Fernanda Melchor consiguió en su anterior novela, Temporada de huracanes, crear la metáfora, el símbolo perfecto, que explicara la violencia. No la violencia en su país, México, sino la violencia en general. Hablaba de México, sí, y desde otros países, especialmente europeos, se veía esa violencia mexicana como algo lejano y exótico, pero también tenía algo que enganchaba y era precisamente el servir de modelo para enteder cómo se produce la violencia y cómo se reproduce, al igual que la miseria. Como en un nuevo Macondo, esta vez mexicano, analizaba las causas materiales que llevaban a la violencia, no justificándola, pero sí tratando de entenderla, sabiendo que en la mayor parte de los casos, no tiene sentido, y lo hacía partiendo de un crimen.


En Páradais Fernanda Melchor sigue el mismo esquema que en su novela anterior para analizar esta vez el machismo. Un machismo que atraviesa la sociedad y que no entiende de clases sociales. Lo asesinatos machistas, llamados femicidios en Latinoamérica, suelen relacionarse con personas de estrato humilde. Así se explica el machismo por la miseria y la falta de cultura, ligando miseria y violencia. Fernanda Melchor impugna ese discurso reconstruyendo un femicidio desde cero.


Aunque de pasada, Melchor analiza las frustraciones del hombre blanco cishetero, algo en lo que el francés Michel Houellebeq es un experto. Si estamos inmersos en la economía del deseo, si nuestras pertenencias definen nuestra identidad (como aquel eslogan de Viceroy: no es lo que tengo, es lo que soy), el deseo, frustrado en este caso, conduce a la insatisfacción y en última instancia a la violencia.

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También hay otro tema, presente en otros autores latinoamericanos: el deseo de escapar. Desde Mariana Enríquez hasta Mónica Ojeda, existe una pulsión escapista en sus personajes. El deseo de dejar de ser, el deseo de ser otros, la necesidad de escapar para conseguirlo. Este escapismo no sólo tiene que ver con un cambio de lugar unido a una mejora de condiciones, también tiene que ver en Páradais con escapar de la culpa. El protagonista no quiere hacerse responsable del crimen que ha cometido. La culpa siempre la tiene el otro.


Después de Aquí no es Miami y Temporada de huracanes, Fernanda Melchor demuestra con Páradais que es una de las mejores narradoras de su generación, ya que vuelve a demostrar una vez más una de las caraterísticas más importantes de su obra: su dominio del registro oral. Creo que pocos escritores, del pasado o del presente, brillan a la misma altura a la que lo hace Fernanda Melchor.