La primera edición de Penguin tenía esta portada

A veces un libro te lleva a otro libro, o a otra película, o a un disco, saltas de autor en autor, de género en género y  al final es fácil perder el hilo, saber la causa, el motor primero que dirían los tomistas, del porqué has acabado con ese libro en tus manos.
Es lo que me pasa Nostalgia de otro mundoHomesick for Another World en su título original. No tengo ni idea de dónde oí hablar de la autora, Ottessa Moshfegh, sólo sé que acabé con su libro en mi biblioteca.


Nostalgia de otro mundo es el primer y hasta ahora último libro de relatos de Ottessa Moshfegh. Dentro de la gran tradición estadounidense, aunque a veces la han comparado con Raymond Carver, se acerca más a la prosa de John Cheever, no tanto por el estilo sino por la temática. Carver retrata a la clase trabajadora, Cheever a la clase media de los suburbios. Los personajes de Ottessa Moshfegh, hombres y mujeres, suelen pertenecer a esta clase media estadounidense venida a menos. Una visión nada halagüeña y amable. La característica de su obra, tiene que ver con su biografía: Moshfegh es hija de inmigrantes. Además de una mezcla poco común: su padre es un judío iraní y su madre croata. Ambos músicos. En alguna entrevista comenta lo difícil que fue para sus padres y para ella vivir y crecer en esos suburbios americanos. Clase media, sí, pero inmigrantes.


Los protagonistas de Nostalgia por otro mundo son seres dañados cuya característica principal es la falta de empatía, la incapacidad de ponerse en el lugar del otro. No es que sean egoístas, sino que padecen de algún tipo de psicopatía que les hace imposible empatizar con su entorno más cercano. Son mentirosos, están solos, son drogadictos... También son  o suelen ser personajes dañados físicamente, con los dientes podridos, o mal olor corporal, o acné, o padecen transtornos alimenticios de algún tipo... La propia autora sufrió una enfermedad de la piel que la obligó a encerrarse en la casa familiar hasta curarse. Este tipo de monstruos, cuya característica principal es la incapacidad de sentir como sienten los demás, no son más que el espejo deformado de la realidad, el reflejo de nosotros mismos.



La otra característica de esta colección de relatos son los finales, donde no hay ninguna epifanía, ninguna revelación. Como la vida misma, no hay final, sólo un seguir frustrante o un desvancerse. Lo único que hace digerible tanta miseria es el humor negro, muy cercano a la crueldad de Roald Dahl, que nos recuerda la humanidad perdida de los personajes. Y es que reír, por mucho que le joda a Jorge de Burgos, nos hace humanos.