Meterse en el mundo de los gialli es como descender por la madriguera del conejo de Alicia: es un túnel más profundo de lo esperado. La tarántula del vientre negro es una película dirigida por Paulo Cavara y protagonizada por Giancarlo Giannini. Cavara no ha sido un director muy prolífico ni tampoco se ha prodigado mucho en el género como otros de sus coetáneos. La tarántula del vientre negro es un giallo pero también tiene elementos de polizziotteschi, nada raro si tenemos en cuenta que los gialli beben, entre otras fuentes, del krimi alemán de los sesenta. Giannini es un comisario de policía que investiga unos brutales asesinatos de mujeres. Las víctimas son paralizadas con veneno de tarántula y destripadas vivas. El personaje de Giannini no es el clásico hombre rudo de los gialli, sino que es un hombre bastante inseguro y sensible que ama a su mujer. También, como las víctimas, a veces se siente impotente y paralizado para continuar con la investigación. Existe una crítica implícita al mundo de la moda y de la belleza cosmética, mundo en el que se desarrolla parte de la trama. La tarántula del vientre negro como buena producción italiana tiene su buena ración de primeros planos, planos subjetivos, reflejos en espejos y cristales, además de unos paneos bastante chulos. El ritual del asesino también es bastante ingenioso y macabro, ya que primero paraliza a sus víctimas y luego les abre el vientre. 


Las lágrimas de Jennifer está dirigida por Giuliano Carnimeo y protagonizada por Edwige Fenegn y George Hilton. Carnimeo, como Cavara, tampoco se prodigó demasiado en el género, aunque sí tiene buena colección de comedias eróticas y westerns. Westerns protagonizados, precisamente, por George Hilton, que aunque su Sartana no llegó al nivel del Django de Franco Nero, también es un personaje muy carismático. Y qué decir de la gran Edwige Fenegn, que para mí es la Barbara Steele de los setenta. Las lágrimas de Jennifer sí es un giallo prototípico: se abofetean mujeres y el asesino está cucú. Edwige Fenegn interpreta a una modelo, Jennifer, que se muda junto a su amiga Marilyn a un apartamento donde han asesinado a las ocupantes anteriores. El asesino persigue a Jennifer, a la que por supuesto nadie cree. Además está su exnovio, líder de una secta hippie loquísima de la que también ella formó parte. Aquí es curioso observar el toque de comedia dado a los policías investigadores, con el comisario más pendiente de su colección de sellos que de resolver el caso. Aunque en las escenas de los asesinatos no se sigue un ritual como en La tarántula del vientre negro, también tienen su buena dosis de barroco visual. La peli, como buen giallo, se pierde en giros absurdos hasta descubrir al asesino. Es precisamente el primer asesinato donde Carnimeo muestra su buen hacer, además de un par de planos bastante chulos con espejos como protagonistas.


La Edwige Fenegn preparándose pa' la party

Dentro de los gialli hay mucha purria, pero me sigue pareciendo un género fascinante donde la industria cinematográfica italiana consiguió crear ese sentido de la maravilla tan ausente en nuestros días. Y generalmente con cuatro duros. A mí dadme grano gordo setentero y llamadme tonto. Nolan, aprende.