Drawing Blood narra la historia de Trevor y Zack, dos jóvenes todavía casi adolescentes que huyen de su pasado y cuyas vidas acaban cruzándose en el pequeño pueblo de Missing Mile. Trevor todavía sigue traumatizado por el asesinato de su madre y su hermano a manos de su padre, un famoso dibujante de cómics underground, que posteriormente se acabaría suicidando. No es sólo el hecho en sí, ocurrido en el pueblo de Missing Mile, sino también desconocer el motivo de por qué su padre lo dejó con vida. La búsqueda de una respuesta lo llevará de nuevo a Missing Mile, a la antigua casa familiar, ahora abandonada. Zack es un joven hacker de New Orleans que huye de los agentes del gobierno. Es capaz de colarse en cualquier ordenador y de modificar las bases de datos a su antojo. En esta huida a ninguna parte acaba en Missing Mile enamorándose de Trevor, con el que comienza una relación amorosa.
Drawing Blood es una novela que tarda en arrancar y que durante la mayor parte del tiempo no pasa nada. Aún así, la manera de escribir de Poppy Z. Brite hace que tenga un punto fascinante del que es difícil desengancharse. Los protagonistas son dos jóvenes lánguidos, de belleza andrógina, enamorados de su propia juventud y sin miedo a morir. Brite deja caer algunos de sus gustos personales en la novela adelantándose unos cuantos años a algo ahora bastante habitual, casi un cliché, como son las referencias a la cultura popular. Es fácil buscar parecidos con Bajar es lo peor de Mariana Enriquez, que también bebe bastante de Menos que cero, la novela de Bret Easton Ellis. Y aunque el erotismo de Poppy Z. Brite lo han tratado de relacionar con Anne Rice por aquello de los vampiros y el sexo, su tratamiento se asemeja más al de Tanith Lee.
Drawing Blood es Poppy Z. Brite contándonos la historia de dos jóvenes homosexuales que se conocen y se enamoran en un pequeño pueblo de Carolina del Norte, trascendiendo su propio relato y convirtiéndose en un buen retrato de la época. Como antes lo fue Menos que cero y sus numerosas copias, como Historias del Kronen, Drawing Blood es el canto de cisne de una juventud despreocupada y borracha de hedonismo. El terror, en este caso una casa encantada estilo El resplandor, está muy de pasada: tarde en aparecer y no tiene demasiada relevancia. Así que los que aquí entréis, no esperéis vampiros ni ciberpunk, pero sí el hechizo de Poppy Z. Britte.
Tengo que reconocer que nunca pude con Brite: mi manía viene de la época del boom de los vampiros seductores de Rice (de como después vendrían los Cullen a darnos un palo más fuerte mejor no hablamos XD), en la que encontrar algo traducido que se saliera de esta estética era muy difícil...Y lo que leí de ella no me convenció: sus vampiros, que seguían un estilo similar, un cuento suyo en Cthuhu 2000 (Su boca sabrá a ajenjo) que no era más que un retelling gótico decadente de El sabueso, y un relato sobre Liz Sherman en una antología de Hellboy que más de lo mismo, jovenes perdidos, estilo gótico y mucha decadencia. Tiene su gracia que lo que no me gustaba de su literatura sea algo con lo que convivo perfectamente en los relatos de Mariana Enriquez o Tanith Lee...quizá por haberlas leído en un momento muy posterior o porque entre las facturas, la vida adulta y todo lo que tengo pendiente por leer, ya no dedico tanto tiempo en cogerle tirria a escritores XD.
ResponderEliminarTengo por aquí otro libro suyo de relatos, que leeré en algún momento, pero me pasa un poco parecido. "Trazos de sangre" no está mal, pero como dicen por estas tierras, it's not my cup of tea xD. Pero me pasa igual con otros autores, como Clive Barker o Neil Gaiman, que se supone que me tendrían que gustar pero que nunca les he pillado el punto. De Brite, buscando información sobre su obra y después de leído este "Trazos de sangre", tengo que decir que salvo los relatos no hay nada que me llame demasiado la atención. Si quiero personajes andróginos que se drogan ya tengo a Mariana Enriquez xD.
ResponderEliminarCon todo lo que hay que ver, leer o escuchar mejor no perder el tiempo con lo que no nos gusta. Siempre hay un Leo Perutz a la vuelta de la esquina esperando a ser leído.